Inti Raymi: entre rituales ancestrales, cultura e historias de vida

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Cuando junio empieza a desdibujar sus días y el frío inunda las montañas, un fuego antiguo y poderoso resurge entre los pueblos originarios, es llamado el Inti Raymi (la Fiesta del Sol). Este ritual es un recordatorio urgente de que la cultura y las tradiciones ancestrales no son una pieza de museo en la memoria social, sino una fuerza viva que incomoda, sacude y nos obliga a mirarnos al espejo.

Es imperativo recordar que, en tiempos del Inca Pachacútec, el Inti Raymi encendía las montañas con danzas, sacrificios y cantos que agrietaban el cielo para que el dios Sol volviera a brindar su luz y fertilidad.

Hoy, en 2025, la tradición que renació nuevamente, luego de la colonización, se ha vuelto parte de los lojanos. Eso queda claro cuando oímos a Loreto Sáez Pezo, coordinadora de Gestión Cultural de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), narrar su viaje personal por el corazón del evento Inti Raymi que busca construir una sociedad diversa e intercultural. La UTPL es parte de una agenda polifónica: el Inti Raymi de Universidades y Diversidades, que arrancó el 5 de junio en la Casa de la Cultura con la presentación del libro Aprendiendo de lo vivido, y tuvo su momento cumbre el 13 en el Auditorio Pío Jaramillo con la entrega simbólica del bastón del priostazgo por Ariruma Kowii subsecretario de Educación de los Pueblos Indígenas de Ecuador en el Ministerio de Educación, responsable para el Diálogo Interculural.

“Nos invitaron desde la Universidad Andina Simón Bolívar y entendimos que esto es una minga entre pueblos, nacionalidades, estudiantes y profesores”, cuenta Loreto.

José Cartuche, participante del documental. Fotografía: Javier Vásquez.

 

En la UTPL entendemos que la historia salta de los libros a las calles. Donde un ritual que nació para el Sol del Tawantinsuyo se reinventa en jornadas académicas y baños ceremoniales en San Lucas —como esos rituales que los bachilleres Mushuk Rimak cumplen cada madrugada entre cascadas y ofrendas. Donde el 18 de junio, en el campus de nuestra universidad, los saberes ancestrales y la medicina tradicional le plantan cara a la ciencia occidental en un diálogo franco, sin poses.

En el contexto del cronograma cultural, resuena un nombre que nos mira desde la pantalla: Camino andino. Lágrimas de vida, presentado por Javier Vázquez Fernández, codirector y productor del documental que captura la visión Saraguro desde la parte humana, desde la vida.

Javier entendió eso desde que decidió conocer a los Saraguro con cámara en mano y corazón abierto, para tejer la trilogía lágrimas de vida. Tres partes que revientan la postal folclórica y lanzan preguntas incómodas a una sociedad que prefiere mirarse solo a sí misma.

Primero, historia jamás contada, desentierra memorias y sentimientos crudos, amor, dolor, muerte. Después, entre dos mundos que agarra por los hombros al presente Saraguro y lo sacude entre modernidad y resistencia. Por último, camino andino, una bofetada filosófica: una mirada desde la cosmovisión que nació mucho antes que nosotros.

Sara Morocho, miembro de la comunidad Saraguro. Foto de Javier Vásquez

 

Javier no llegó con discursos, sino con tiempo y respeto. Investigó entre libros, pero entendió que la verdadera historia estaba esperando tras una puerta que solo se abre sin cámaras ni prisas. Le decían que los Saraguro son cerrados. Él solo encontró palabras encendidas y una generosidad brutal que rompió su propia visión del mundo. 

¿El resultado? Un trabajo que es todo menos cómodo. Una cámara que solo es la excusa para desmontar mitos, para provocar a una sociedad que mete a los pueblos indígenas en una vitrina.

Como dice Javier, “esto es más que un documental: es una invitación a escuchar sin adornos, a confrontarnos con lo que nos da miedo ver”. 

Entre proyecciones, paneles y rituales, queda claro que el Inti Raymi es también una pregunta lanzada al futuro. El 20 de junio, cuando la Plaza de la Cultura se llenó de zapateos y chakana bajo la mirada atenta de los yachaks, la UTPL devolvió el bastón a la UIDE, en una ceremonia que es traspaso y compromiso.

Lo dijo Loreto sin dudar: “Esto es mucho más que una fiesta, es una responsabilidad compartida”.

En cada paso del calendario —el diálogo del 13 de junio, el baño ritual del 15, las sanaciones del 18, el documental del 19 y la toma simbólica de la plaza el 20— late la convicción de que la interculturalidad no es un eslogan. Es una práctica que, como el fuego del Inti Raymi, solo permanece encendida si alimentamos su llama entre todos.

Al final, cuando la música de los Saraguros vuelva a sonar y la cámara de Javier siga captando rostros que no se dejan resumir, queda la lección que nos deja este Inti Raymi universitario: que una tradición nunca es solo el pasado. Es la fuerza que nos recuerda que estamos aquí, que nos pertenecemos y que, en ese cruce entre historia y memoria, el Sol todavía nos alumbra.

 

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