Que todos nacemos con un destino marcado, es lo que dicen algunas corrientes filosóficas. Es difícil determinar si esto es cierto o no. Sin embargo, si de algo podemos estar seguros, es que en la vida las coincidencias no existen y que cada cosa que sucede nos lleva a estar en un punto distinto, con las personas y las cosas que necesitamos. Y esto es lo que precisamente sucedió en la vida de Cynthia Valladares, la ciclista lojana que llegó al “fin del mundo" , motivada por una pasión ambiental y un destino marcado por la aventura y la valentía.
En la niñez es innato el deseo de explorar el mundo que nos rodea. En el caso de Cynthia, esta curiosidad se inclinó hacia la naturaleza: apreciar las plantas y las montañas. Mientras crecía, esta pasión también se engrandecía en su ser, tomó decisiones firmes como convertirse al vegetarianismo y fortalecer su cuidado a la naturaleza. Por eso, cuando llegó a la adolescencia, ya tenía definida la profesión que elegiría: Gestión Ambiental
Para convertirse en profesional eligió a la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), una universidad que alimentó aún más su pasión por la naturaleza con salidas de campo a parques nacionales, exploraciones, investigación y proyectos de vinculación. Esta fue una de sus decisiones que marcaron el camino de su vida, más aún cuando se involucró como pasante y voluntaria de un museo de colecciones biológicas en el que, como parte de su labor, debía acudir al Parque Nacional Yasuní para investigar acerca de la diversidad y los ecosistemas.
Su bicicleta
Al finalizar sus estudios universitarios en el 2016, consiguió un empleo como profesora de Ecología y Ciencias Naturales en una academia de nivelaciones. Con su primer sueldo adquirió una bicicleta, sin imaginar todas las aventuras que le esperaban a su lado. El primer viaje que realizó fue una ruta corta: Loja-Vilcabamba, siempre con el anhelo de explorar la naturaleza, y luego fue a la “Ruta del Sol”, para recorrer las playas ecuatorianas y aumentar su sed de aventura.
Ir en su bicicleta a su propio ritmo permitió a Cynthia observar cada sitio, conectar con su ser y apreciar los ecosistemas que le rodeaban. Fue en estos viajes donde ocurrió otra mágica coincidencia: conoció a un grupo de ciclo viajeros que hizo un recorrido de Ushuaia (Argentina) a Alaska. Ellos le contaron todas sus experiencias de viaje y, m en su interior de ella y decidió que esto “era lo que necesitaba para su vida”.
El recorrido al “fin del mundo”
Un 2 de marzo de 2019, Cynthia Valladares se armó de valor, tomó su bicicleta, creyó en sus sueños y con esa chispa que encendía su alma decidió emprender su recorrido “En bici al fin del mundo”, viajando por Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile. En cada sitio al que llegaba conectaba con las comunidades, explicaba el motivo de su viaje y dictaba clases de Educación Ambiental en colegios en los que hablaba sobre la importancia de cuidar los ecosistemas y los bosques, motivando a los jóvenes a sentir orgullo por su cultura y su riqueza natural.
Mientras pedaleaba, experimentaba una contemplación perfecta de la naturaleza, de la Cordillera de los Andes, de los bosques y los desiertos. Sentía en su piel el cambio de temperatura y evidenciaba los distintos sistemas que forman parte de la riqueza de Sudamérica. Todo esto le hacía sentir que cada esfuerzo valía la pena y que estaba donde debía estar, en el momento indicado y aprendiendo lo que necesitaba.
Un sueño cumplido y un cambio de planes
Cynthia, el día de su llegada a Ushuaia
Después de un año y ocho días de haber pedaleado 13 500 kilómetros sin descanso, y de haber vivido un sinnúmero de experiencias, el 10 de marzo de 2020 llegó a Ushuaia en Argentina, una isla apodada como el “fin del mundo”. Cuando faltaban apenas 40 kilómetros para alcanzar su meta, las fuerzas se agotaban, pero continuo sin rendirse y, cuando sus ojos vieron un rótulo con la leyenda “Bienvenido a Ushuaia”, todo su ser se desvaneció en lágrimas de emoción, un choque eléctrico recorrió su ser: su alma le indicaba que habían logrado su meta y que todo lo vivido tenía una razón.
Al llegar a la isla, la pandemia del COVID-19 ya tomaba fuerza en Latinoamérica y, por eso, tuvo que permanecer en este sitio durante 50 días, alojada con una familia que le brindó todo su apoyo. Cuando tuvo la oportunidad de salir de Ushuaia hacia Buenos Aires la vida la obligó a tomar una difícil decisión: dejar su bicicleta, llamada “la poderosa Esther”, su compañera de aventuras, ya que no podía viajar con peso. La regaló a la familia que la acogió como una muestra de agradecimiento.
Tras vencer una serie de obstáculos llegó a Loja. Al ver a sus padres sintió mucha paz. Por fin pudo abrazarlos y contarles cada una de sus aventuras en este recorrido. Pero el camino que Cynthia Valladares emprendió aún no tiene un fin y, al concluir la crisis provocada por la pandemia, espera recorrer Europa en su bicicleta y descubrir un mundo distinto.
Pero este gran sueño, tenía a personas que la apoyaban, como su familia y una universidad que creyó en su potencial.
Entre sus planes actuales está el desarrollo de la Agroecología en una finca familiar, donde aplica técnicas de permacultura que es una filosofía de vida que abarca el manejo y protección de la tierra de una forma sustentable, con el fin de generar salud y bienestar a la naturaleza. Además, planifica fomentar el uso de la bicicleta por parte de las mujeres para que se animen a descubrir el mundo.
El deporte nos hace GRANDE
La UTPL fue un pilar fundamental en el desarrollo de su proyecto
“Si uno desea algo, por más difícil que se vea, es posible si te llena el corazón”.
Cynthia Valladares, graduada de Gestión Ambiental – UTPL Alumni
La vida es una aventura mágica, cada día nos da lo que necesitamos. A veces nos pone duras pruebas pero siempre nos da motivos por los cuales estar agradecidos y sonreír. En esta experiencia hay personas que con su sola presencia complementan nuestra existencia y, para Cynthia Valladares, esas personas son sus padres, sus maestros, sus amigos, la UTPL y todos quienes le tendieron la mano para que pueda explorar la naturaleza, cumplir su sueño, aportar a la conservación ecológica y afianzar cada vez más su pasión por la Gestión Ambiental, una carrera que le colocó en un sendero de realización y crecimiento.