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El armadillo, con sus 22 especies distribuidas en distintas regiones del mundo, es mucho más que una curiosidad de la fauna. Su conducta cavadora y su dieta basada en insectos cumplen un papel decisivo en la sostenibilidad de los ecosistemas, ya que contribuyen a la aireación del suelo y al control de poblaciones de insectos. Más allá de la taxonomía, la atención se dirige hoy al estado de conservación de sus poblaciones y a las consecuencias ecológicas que provoca su disminución, lo que nos recuerda que cada especie es un engranaje irremplazable en el equilibrio natural.
En este contexto, la clasificación que los biólogos le han dado de ingenieros del ecosistema resulta útil para entender su papel. Al excavar, airean y descompactan suelos, facilitan la infiltración de agua y dejan madrigueras que otras especies utilizan, con lo que contribuyen así al reciclaje de nutrientes en bosques montañosos y húmedos.
Estas funciones están respaldadas por sus adaptaciones morfológicas: cráneo y lengua preparados para capturar hormigas y termitas, garras delanteras que abren túneles y una coraza de placas córneas.
“Un ingeniero de ecosistema construye y tiene impacto cuando sus poblaciones son sanas. El análisis debe hacerse a nivel poblacional, no individual”, explica Rodrigo Cisneros Vidal, docente e investigador del Departamento de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la UTPL.
La mirada poblacional también orienta el análisis de amenazas. La cacería, especialmente del armadillo de nueve bandas, usado como alimento por comunidades ancestrales y rurales mestizas, es una de ellas. Cisneros recuerda su asociación documentada con el Mycobacterium leprae (el virus de la lepra), lo que vincula la caza a un problema de salud pública y conservación. A ello se suman la pérdida de hábitat, que reduce recursos como hormigas y termitas, y los atropellamientos, frecuentes en las vías de la Costa y la Amazonía. La respuesta no se limita a recomendaciones individuales: se propone conducción responsable y estructuras viales que regulen el tránsito en zonas de cruce de fauna.
La Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL) desempeña un papel clave al generar datos sistemáticos. Desde el Departamento de Ciencias Biológicas y Agropecuarias se impulsa un sistema de monitoreo de mamíferos medianos y grandes en el corredor transfronterizo Andes–Amazonía, que integra esfuerzos del corredor Sangay–Podocarpus y proyecta un corredor Podocarpus–Yacuri. El uso de cámaras trampa permite registrar la presencia y abundancia relativa de especies como armadillos, tapires de montaña, oso andino, puma y jaguar. La expansión de puntos de muestreo hacia áreas protegidas estatales y reservas municipales refuerza la conectividad ecológica y los flujos de individuos y genes necesarios para la viabilidad de las poblaciones.
Este trabajo combina escalas regionales y locales. Proyectos en sitios como el Abra de Zamora, en el extremo norte del Parque Nacional Podocarpus, han permitido describir especies nuevas para la ciencia, redescubrir otras y restaurar microcuencas, donde la pérdida de un parche puede equivaler a la desaparición de una población entera. Este enfoque dual reorganiza prioridades: conservar la conectividad regional y, al mismo tiempo, proteger hábitats críticos específicos.
La UTPL también aporta información para procesos normativos locales. Ha contribuido con datos para ordenanzas sobre ruido, ríos y fauna urbana, y ha respaldado casos como Fierro Urco mediante levantamientos de biodiversidad. Cisneros propone fortalecer esta incidencia mediante la creación de un observatorio del desarrollo minero que emita alertas a empresas, autoridades y ciudadanía, ante la expansión legal e ilegal de la minería en Costa, Sierra y Amazonía.
El investigador plantea además que pasar de la conciencia individual a la acción colectiva requiere tres etapas: adquirir conocimiento, generar sensibilización y respaldar las acciones con estructuras públicas. Actividades como el reciclaje, la movilidad sostenible o la reducción del consumo solo alcanzan resultados medibles cuando cuentan con políticas, infraestructura y normas que las respalden. Ejemplifica que el uso seguro de la bicicleta depende de la existencia de ciclovías.
La conmemoración del Día del Armadillo es, así, un punto de partida para discutir. La UTPL contribuye con monitoreo, restauración y transferencia de datos a políticas locales, mientras que la ciudadanía dispone de evidencia para reducir presiones como la cacería, la pérdida de hábitat y los atropellamientos. En palabras de Cisneros, el reto es conocer primero para actuar después, con datos, coordinación y reglas claras. En la convergencia entre ciencia, gestión institucional y participación social, el armadillo deja de ser un símbolo y se convierte en un indicador del estado de los ecosistemas y de la salud de sus poblaciones.