Reafirmamos el liderazgo en educación a distancia con reconocimiento internacional en Iberoamérica


La calidad está presente en muchas decisiones cotidianas, desde cuando buscamos productos confiables, cuando esperamos que un servicio funcione con coherencia o cuando queremos soluciones que respondan a nuestras necesidades de manera oportuna. Contar con estándares que guíen estos procesos nos permite avanzar con más seguridad y construir entornos donde las cosas se hacen bien desde el inicio. Entender la calidad como una forma de actuar y no como un requisito formal es lo que permite que se convierta en un hábito capaz de transformar personas y comunidades.
En la educación superior, la calidad es un compromiso sostenido que se refleja en la formación de profesionales preparados y en la capacidad de las instituciones de educación superior para adaptarse a nuevas realidades. Una universidad de calidad es aquella que forma estudiantes capaces de aportar a su entorno y que mide el impacto real de sus procesos en la vida académica y profesional de su comunidad.

Para la UTPL, la calidad es un eje transversal de su funcionamiento. La participación en evaluaciones y rankings nacionales e internacionales permite analizar el desempeño institucional e identificar áreas de mejora. Estos espacios se han convertido en herramientas esenciales para fortalecer la docencia, la investigación y la gestión administrativa.
Como explica Juan Manuel García, director de Evaluación Institucional, la calidad no es un resultado inmediato, sino una práctica sostenida: “La calidad es un estilo de vida. Es hacer las cosas bien, pero hacerlas bien permanentemente, hasta que se conviertan en un hábito. Y un hábito, en definitiva, forma la estructura de vida que tiene un individuo”
Este enfoque ha sido un proceso gradual y participativo. La UTPL ha consolidado sistemas internos de aseguramiento de la calidad (SIAC) que permite revisar la pertinencia de los programas, evaluar el desempeño docente y analizar la infraestructura destinada a la formación académica. Estas acciones se articulan con las políticas nacionales de educación superior y con estándares internacionales, fortaleciendo la confianza institucional y el compromiso con la excelencia. A través de este trabajo, la universidad ha identificado necesidades concretas, como la inversión en laboratorios, programas de internacionalización y espacios de práctica, que han mejorado la experiencia de aprendizaje y reforzado la formación profesional de sus estudiantes.
La tecnología ha aportado nuevas herramientas para este proceso. La automatización de indicadores y la gestión de plataformas de seguimiento permiten contar con información actualizada para la toma de decisiones. No obstante, nuestra universidad reconoce que la tecnología es un recurso complementario y que su valor depende del criterio con el que se utiliza.
Así lo expresa García: “Lo que hay que enseñar es el uso correcto de la inteligencia artificial como una herramienta”. Esta visión demuestra que la innovación debe caminar junto al pensamiento crítico y a una formación ética.
El aseguramiento de la calidad funciona gracias a una estructura colaborativa que involucra a vicerrectorados, decanatos, direcciones y docentes. Cada unidad tiene responsabilidades específicas en la ejecución de planes de mejora, la generación de evidencia y la implementación de políticas institucionales. Este trabajo coordinado responde a una convicción interna: la calidad es una práctica cotidiana que exige autocrítica, apertura al cambio y la voluntad de evaluar y ajustar lo necesario.

Esa perspectiva ha permitido que los resultados de evaluación se traduzcan en acciones concretas. La creación de espacios de simulación clínica, la renovación de laboratorios, la actualización de metodologías de enseñanza y el fortalecimiento de prácticas profesionales son ejemplos de mejoras que han impactado directamente en la formación estudiantil. La sostenibilidad de estos avances depende de mantener sistemas que generen evidencia y refuercen la cultura de calidad como parte de la identidad institucional.
Mirar hacia el futuro implica asumir nuevos desafíos, por eso trabajamos para consolidar la participación estudiantil en los procesos de calidad y asegurar que los resultados se transformen en decisiones que fortalezcan la docencia y la investigación.
Como recuerda García, “La calidad es un proceso que nunca para y es evolutivo. Lo que hoy consideramos calidad, mañana puede quedar en desuso”.
Con esta visión dinámica, la universidad reafirma su compromiso de ofrecer una educación que evolucione con las necesidades del país y del mundo.




