Congüime y la minería indígena como desarrollo sostenible

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En la región amazónica del Ecuador, específicamente en la parroquia Nuevo Quito del cantón Paquisha, provincia de Zamora Chinchipe, se encuentra la comunidad shuar de Congüime. Un territorio que, tras enfrentar la devastación ambiental de la minería ilegal, decidió tomar un rumbo inesperado: crear su propia empresa minera legal, comunitaria y regulada por el Estado, para ser un motor de desarrollo sostenible de las comunidades locales.

Entre 2008 y 2010, más de 50 máquinas excavaron sin tregua el suelo de Congüime. La minería ilegal dejó una herencia de cuerpos hídricos contaminados, biodiversidad diezmada y un ecosistema severamente afectado. Según datos del Ministerio del Ambiente, el impacto negativo alcanzó un 55,1%, con un costo estimado de restauración superior a los 27 millones de dólares. La comunidad lo vivió en carne propia y decidió no callar ni cruzarse de brazos.

En 2016 nació Exploken Minera, una empresa conformada por miembros de la comunidad shuar, bajo la figura legal de pequeña minería. Lo paradójico se convirtió en propuesta: ejercer minería desde adentro, con control comunitario, sin perder la raíz cultural.

Desde sus inicios, el proceso ha sido acompañado por la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), a través del Observatorio de Conflictos Socioambientales y Cultura de Paz. Junto con las universidades de Oslo (Noruega) y Södertörn (Suecia), se desarrolló un estudio etnográfico profundo que permitió entender la gobernanza comunitaria, los retos socioambientales y las tensiones internas del proceso. Luego, se implementó una segunda fase de intervención con talleres y capacitaciones sobre conflictos, salud ocupacional y monitoreo ambiental, mediante el uso de métodos como el análisis de escarabajos coprófagos y peces para medir la calidad del agua.

 

Zona de Congüime intervenida por la minera indígena 

 

Lo singular de Congüime no radicó únicamente en su legalidad ni en la ausencia de químicos como mercurio o cianuro en sus procesos. Lo verdaderamente disruptivo fue su modelo de gestión: una comunidad indígena que ejerció soberanía sobre su territorio reinvirtió el 2 % de sus ganancias en infraestructura comunal (iglesias, casas, canchas deportivas) e incorporó un enfoque de género real en su estructura y toma de decisiones.

Silvia, la primera presidenta de Exploken Minera, shuar e indígena, se convirtió en un símbolo del empoderamiento femenino en un sector históricamente masculino.

Normalmente nos hemos acostumbrado a ver a los pueblos indígenas oponerse a las actividades extractivas. Esta es una forma también de resistencia: adaptarse a las condiciones”, señala Ana Karina Vera Vera, docente del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la UTPL e investigadora del caso.

Congüime reconoce que la minería nunca formó parte de su cosmovisión ancestral.

“Nuestros abuelos no sabían del oro… La minería no es parte de la cultura, pero la realizamos por necesidad”, decía en 2019 Fausto Juank, entonces síndico de la comunidad en una entrevista para la revista Impacto+.

Hoy, en 2025, la actividad minera ha llegado a su fin. El cierre, previsto para 2024, no solo marca el fin de una etapa, sino que abre un nuevo ciclo cargado de interrogantes: ¿cómo sostener la economía local sin depender del oro? ¿Qué caminos seguir sin repetir los errores del extractivismo? ¿Es posible construir un modelo propio de desarrollo, arraigado en la cultura shuar, y respetuoso con la naturaleza?

La UTPL también ha estado presente en esta transición.

“Desde la academia continuamos y continuaremos brindando acompañamiento a la comunidad de Congüime en todo lo que necesiten, a través de investigación, formación y transferencia de conocimiento”, afirma María Beatriz Eguiguren Riofrío, directora del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la universidad. Y ya hay caminos en construcción. Blanca Ankuash, comunera shuar, cuenta que muchos están invirtiendo los ingresos mineros en actividades productivas. “Crían animales, siembran yuca, pagan a otros para mantener viva la tierra”.

Miembros del Observatorio de Conflictos Socioambientales y Cultura de Paz

 

El caso Congüime sigue siendo, hasta ahora, un referente único en América Latina. Una comunidad indígena que, al haberse constituido legalmente como empresa minera, gestionó su territorio bajo criterios de sostenibilidad, justicia social y autodeterminación. No fue un camino exento de desafíos: persistieron tensiones internas, dudas sobre la distribución equitativa de beneficios y secuelas ambientales aún visibles. Sin embargo, se mantuvo como una alternativa que desafió los modelos extractivos tradicionales y abrió el debate sobre otras formas posibles de desarrollo desde lo comunitario.

“Congüime representa para Ecuador y para el mundo una excepción a la regla, un ejemplo de minería responsable liderada por indígenas y gestionada desde adentro», concluye Ana Vera.

Más allá del oro, lo que brilla aquí es la capacidad de una comunidad para reescribir su destino con dignidad, estrategia y sostenibilidad, acompañada por una universidad que no solo investiga, sino que camina junto a las comunidades.

Congüime no encontró su destino en el oro, sino en la decisión colectiva de transformar el dolor en propuesta. Tras años de minería ilegal y devastación, esta comunidad shuar demostró que es posible ejercer soberanía sobre el territorio sin renunciar a la identidad. Hoy, al cerrar su ciclo minero, no queda solo un precedente técnico o legal, sino un modelo alternativo de desarrollo nacido desde lo local, lo indígena y lo comunitario. En un país marcado por el extractivismo, Congüime plantea una pregunta urgente: ¿y si el verdadero recurso estratégico fuera la organización social, la dignidad y la conexión con la tierra?

 

Desde la UTPL trabajamos en proyectos de vinculación que aportan al desarrollo sostenible.

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