Seguridad e innovación social frente al crimen organizado

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La seguridad y el crimen organizado son dos fenómenos interrelacionados que han marcado la historia de América Latina. A lo largo de las últimas décadas, la región ha experimentado un aumento alarmante de la violencia y del poder de los grupos criminales, lo que ha puesto en evidencia las debilidades de los sistemas de seguridad pública. Frente a esta realidad, el análisis académico y la innovación social emergen como herramientas clave para comprender y enfrentar estos fenómenos complejos.

Estos problemas, que afectan la vida cotidiana de los ciudadanos, también tienen implicaciones profundas para la política, la economía y la estructura social de los países latinoamericanos. La presencia de grupos armados ilegales, el narcotráfico y las redes de crimen organizado transnacional son solo algunas de las manifestaciones más visibles.

Durante el IV Congreso Ecuatoriano de Ciencia Política, llevado a cabo en la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), Pedro Piedrahita Bustamante, docente de la Universidad Nacional de Colombia, destacó la importancia de analizar el crimen organizado desde una perspectiva politológica, un enfoque que permite comprender cómo este fenómeno amenaza la seguridad ciudadana e incide en la gobernabilidad y las estructuras de poder.

“Vivir en América Latina supone un riesgo constante, particularmente para jóvenes de entre 14 y 28 años, quienes enfrentan un peligro latente de violencia por armas de fuego, derivado de la expansión de grupos armados ilegales”, señaló Piedrahita.

Pedro Piedrahita Bustamante, docente de la Universidad Nacional de Colombia.

 

El académico trazó un recorrido histórico sobre cómo se han abordado los estudios de seguridad, tradicionalmente dominados por enfoques militares y teorías internacionales como el realismo. El análisis permitió entender las conexiones entre las redes criminales y la construcción del poder, incluyendo dinámicas como la influencia en procesos electorales o el control territorial en áreas desatendidas por los Estados.

Retomando autores como Max Weber, quien en 1919 publicó El político y el científico, se reflexionó sobre las figuras del "líder" y el "jefe" dentro de las dinámicas de poder. Estas figuras, aunque no siempre forman parte de la política profesional, juegan roles clave en la logística electoral y la distribución de recursos, lo que a menudo las coloca en una posición cercana al crimen organizado.

“Es necesario comprender cómo el crimen organizado se integra en las lógicas del poder político, influye en los procesos electorales y, en algunos casos, se convierte en un actor fundamental en la distribución de la burocracia”, explicó el investigador.

La ponencia puso de manifiesto el vacío existente en los estudios politológicos sobre este fenómeno, los cuales suelen ser abordados desde disciplinas como la criminología o el derecho penal. No obstante, existe la necesidad de que los politólogos lo analicen, dado que implican relaciones complejas entre actores legales e ilegales que afectan directamente a la gobernanza y la legitimidad del Estado.

La expansión transnacional de las redes criminales añade una capa de complejidad, ya que las organizaciones suelen superar las capacidades estatales al operar en múltiples territorios. Para enfrentar estos desafíos, el académico insistió en la necesidad de diseñar estrategias integrales que vayan más allá de las soluciones inmediatas, que abarquen desde reformas institucionales hasta programas que atiendan las causas estructurales del problema, como la pobreza y la desigualdad.

Temas como el crimen organizado son abordados desde la ciencia política en la UTPL.

 

El congreso se consolidó como un espacio clave para debatir problemáticas desde un enfoque académico y multidisciplinario. La intervención de Piedrahita ofreció herramientas valiosas para entender cómo la investigación, desde una perspectiva política, puede aportar soluciones innovadoras y sostenibles frente a fenómenos como el crimen organizado.

Este tipo de encuentros refuerzan la necesidad de que las universidades y los centros de investigación profundicen en el estudio de la seguridad y el crimen organizado, no solo como fenómenos aislados, sino como partes integrales de las dinámicas políticas y sociales de la región. Como concluyó el académico:

“entender el crimen organizado desde una mirada integral es esencial para diseñar políticas públicas efectivas que permitan fortalecer el Estado y proteger a la ciudadanía”.

 

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