Una investigación devela el riesgo de las ciudades para las aves

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En medio del crecimiento urbano acelerado y el uso extendido de materiales reflectantes en la arquitectura contemporánea, ha emergido una amenaza silenciosa para la biodiversidad urbana: las colisiones de aves contra ventanales. Este fenómeno, provocado por la incapacidad de las aves para distinguir entre el entorno real y su reflejo en el vidrio, causa la muerte de ejemplares cada año en el mundo, alterando los ecosistemas locales y afectando servicios ecológicos fundamentales. Más allá de su impacto ambiental, esta problemática, que ha entrado en proceso de investigación, pone en evidencia la necesidad de repensar el diseño arquitectónico en función de la sostenibilidad.

Aunque poco visibilizado en América Latina, este problema ha comenzado a ser abordado con mayor rigurosidad gracias al trabajo de investigadores comprometidos con la conservación y el estudio de la avifauna. Durante su reciente intervención en el evento Investiga UTPL, Leonardo Ordóñez Delgado expuso con claridad que las aves cumplen múltiples funciones ecológicas esenciales: desde la polinización y dispersión de semillas hasta el control de insectos, descomposición de materia orgánica y movilización de nutrientes. Además, recalcó su importancia en el aviturismo, una industria que genera ingresos directos para comunidades locales.

Sin embargo, estas funciones se ven seriamente amenazadas por múltiples factores, entre ellos el cambio climático, la depredación por gatos y, de manera alarmante, las colisiones con ventanales.

El colibrí es una de las especies de aves más afectadas por esta problemática

Leonardo Ordóñez Delgado, docente e investigador, lidera esta línea de trabajo desde el área de Ornitología, como curador del Museo de Zoología de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL) y miembro del Laboratorio de Ecología Tropical y Servicios Ecosistémicos. Su labor de investigación ha sido clave en la recolección y análisis de datos que permiten dimensionar el impacto de este fenómeno en el entorno neotropical y generar propuestas de mitigación desde la academia.

Una parte significativa de esta problemática se desarrolla incluso en espacios universitarios, como en el campus de la UTPL, donde ventanales reflejan áreas verdes que confunden a las aves y provocan impactos fatales.

“Las aves, que pueden estar perchadas en uno de estos árboles, creen que hay otro árbol y que tienen espacio a donde irse. Y entonces, cuando se movilizan, chocan y se pueden morir. Es más, la mayoría muere”, explicó Ordóñez con preocupación.

Esta situación motivó la participación de la universidad en un esfuerzo regional por levantar datos sólidos y sistematizados sobre la frecuencia y características de estas colisiones. El estudio, liderado por investigadores de Brasil e integrado por científicos del neotrópico, logró recopilar 4.103 registros de colisiones en 11 países desde 1946 hasta 2020. Aunque esta cifra aún es modesta en comparación con lo que se conoce en Europa o América del Norte, constituye el primer esfuerzo significativo en la región. En el caso de Ecuador, se documentaron 128 registros, muchos de ellos vinculados a las inmediaciones de la UTPL.

Ordóñez enfatizó que “el 78% de las aves que tenemos depositadas en el museo han sido de sus colisiones en localidades cercanas o de aquí de Loja”. Estas piezas no solo se convierten en material científico, sino que también representan testimonios de una problemática creciente.

Entre las especies más afectadas se encuentran aves cantoras, colibríes y palomas, además de las que son migratorias como el Catharus ustulatus, que viaja desde América del Norte durante el otoño para pasar el invierno en zonas más cálidas. Según los datos analizados, el 75% de las aves que colisionan muere, y muchas veces el fallecimiento ocurre días después, como resultado de daños internos. También se determinó que el tipo de ventanales más peligrosos son los reflectivos, responsables del 70% de los incidentes.

La UTPL no solo ha sido testigo de esta problemática, sino que ha asumido un rol protagónico en su investigación. Gracias a su museo y al compromiso de su equipo académico, se han documentado casos que incluso han permitido nuevos registros para la avifauna local, como el Pachyramphus albogriseus, nunca reportado en los Andes ecuatorianos.

“Es lamentable que haya pasado eso, pero también es información valiosa para nosotros”, reflexionó Ordóñez.

A pesar del panorama preocupante, existen soluciones accesibles. Ordóñez subrayó que este es un problema solucionable y propuso como medida efectiva la aplicación de la regla de los 10 por 5 centímetros, que consiste en cubrir los vidrios con material no reflectante u otras marcas visibles para disuadir a las aves. Las siluetas de rapaces, alguna vez recomendadas, han demostrado ser ineficaces.

“Lo efectivo es tratar de poner este tipo de material no reflectante, para que las aves no vean una estructura de un árbol conectada a dónde quieren dirigirse, sino que se vea medio difuso”, explicó Ordóñez.

Este tipo de iniciativas no solo posicionan a la UTPL como un referente en el estudio de la biodiversidad urbana, sino que también muestran cómo la articulación entre academia, ciudadanía y redes científicas internacionales puede dar lugar a diagnósticos precisos y a propuestas de acción concreta. Lo que comenzó como una observación casual en un entorno universitario, hoy se convierte en un llamado urgente a repensar nuestras prácticas de urbanismo y a integrar criterios ecológicos en el diseño arquitectónico.

Campaña para el levantamiento de datos sobre colisiones de aves

 

La academia, como espacio de investigación y transformación, tiene la capacidad de incidir en políticas públicas, en la concienciación social y en la preservación de la vida silvestre. Y la UTPL, gracias al trabajo de Leonardo Ordóñez y su equipo, está demostrando que es posible avanzar con datos, rigor y compromiso hacia soluciones tangibles para uno de los problemas invisibles de nuestro tiempo.

 

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